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Archivos diarios: 03/07/2011

DE HOMBRES A DIOSES: ALEXANDER & HEFESTION

Has sentido por primera vez el roce de los brazos de tu general, quizás has soñado tantas veces esta escena que se te hace incluso familiar; pero no es así rey de reyes , es la primera vez que reposáis  en los brazos del más sublime amor.

Hefestion se calma un poco, su corazón parecía querer salirse del hueco, no soportaba el abrazo de su amado Alexander hoy por hoy, entregado al fin a todos los deseos que habían hecho realidad tan solo en sueños. Hoy era la entrega total, hoy era el momento del enlace entre los dos amigos y amantes desde la más tierna edad.

Los rizos rubios se hacían remolinos con el cabello castaño de Hefestión, mientras muy cerca del lecho una luz salida de un candelabro de oro reflejaba cada movimiento y los susurros de las promesas de amor eterno emitidas por los dos.

Respuestas a tantas demandas de amor, los brazos del rey rodeaban la cintura de su general que entregado y desnudo a sus deseos hizo que el movimiento tomara una marcha lenta, quizás los dioses quisieran ver sin perderse un detalle esta primera entrega. Hefestión se deslizo en besos, subió sus piernas hasta el cuello de su rey sabiendo que esto sería el comienzo de un duro camino pero que con amor podría superarlo.

También lo entendió así el rey porque sabía que él no había estado con nadie antes, ni siquiera una mujer había tocado su cuerpo dorado y bello. La túnica caía al suelo desde la cama, y el pequeño paño que normalmente tapaba sus partes íntimas estaba aún en manos de Alexander, levantó su cuerpo aún más cuando los dominios comenzaron a tomar formas. Las lágrimas asomaron a los bellos ojos de Hefestión, el dolor era inmenso pero el  placer de la entrega era aún mayor.

Los embates reales dieron pasos a un contoneo de sus caderas para dar cobijo a todo ese amor que aquella noche le daba su amado Alexander. No había nadie más, nadie podía profanar ese habitáculo donde el nuevo Aquiles hacía hombre a su Patroclo particular.Las lágrimas cayeron por las mejillas de Hefestión, lágrimas de amor y de dolor que se daban la mano en esta entrega total después de tantos años. La boca de Alexander buscaba ansiosa la de su general queriendo aplacar el momento más doloroso por el más deseado de sus vidas.

Luces centellearon a la vez, cuando el río caudaloso inundó los campos internos del general. Un coro de alabanzas parecía poner broche final a los jadeos mutuos, un cristal roto en mil pedazos apareció en el vientre de Hefestión como muestra que su amor había sido mutuo y placentero.

Un compromiso de por vida, un amor por encima del tiempo, una alianza de dos hombres que subieron al cielo y bajaron como dioses.

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lunes, 07 de marzo de 2011

 
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Publicado por en 03/07/2011 en Sin categoría

 

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