Despliega su capa de seda por la tienda real, vientos que levantan olores de pétalos en fuego, velas que dan a cada rincón un aspecto delicadamente bello. Oro sobre las mesas, vino derramado en un alarde de lucha, cama deshecha una y otra vez.
El sol se ha puesto cuando Hefestión arrasa con su presencia la tienda real. Camina descalzo sobre las alfombras persas, el pecho desnudo para que sobre el caígan los más delicados perfumes que se conocen. El rey le mira, le gusta mirarlo porque siempre ha sido el favorito de sus ojos. La capa le da ese aire de majestad que él sin embargo, no tiene.
Se deja caer sobre el cabecero donde el rey parece meditar; su cabeza se embota cuando el general gira alrededor de él. Algo se nubla en su cabeza, quizás el sentido común. Ha sucedido desde que ambos eran niños. Ahora poco a poco se deja caer sobre su hombro, siempre le ha gustado apoyarse sobre el para hablar o para leer al mismo tiempo que su rey.
El ambiente cargado de miles de esencias crea una atmósfera perfecta para la intimidad. Sin embargo, el rey quiere estar descansado para la batalla. Es tan difícil dejar la figura de su general a un lado, cuando le tiene tan cerca.
Trate de llevar una conversación trascendental, pero no puede concentrarse lo justo para hilar dos o tres frases con sentido. Nubes revolotean sobre su coronada cabeza. Y el general está allí, a su lado, junto muy junto a su rostro.
Parece que el viento se alía con el tentador, se apagan las velas con el roce de este viento extraño que ha entrado por entre los cortinajes de la tienda real. A media luz, la luna parece abrirse paso por el centro del techo. Su luz ilumina los ojos de Hefestión, ahora ya no hay paz que valga; esa luz es el comienzo del final de la lucha entre sentimientos y deseos.
Los dos guerreros danzan al ritmo frenético de la más antigua batalla. Sus susurros se escuchan en todo el campamento pero nadie dice nada. Los dioses tienen esas manías, cuando la vela de la batalla se hace más dura, ellos parecen distraerse con batallas más carnales…. son cosas de dioses se dice el centinela…